20.2.11

Sístole y diástole

Es extraño notarse viva por dentro. No me pasa muy a menudo, al menos ahora no. Hoy me he sentido durante todo el día, en cada esquina olvidada. He sido yo en cada silencio y por un día todo se ha detenido en este sinsentido de actos reflejos. Me he vuelto a sorprender y me he permitido el lujo de saborearlo a escondidas. Me he recordado que puedo sentir, aunque aún no sé muy bien para qué me sirve. Al despertar, una media sonrisa se me ha clavado entre dos latidos. Estaba ahí, tan nítida como todas estas sombras, y yo aferrada a ella. Puede que sepa por qué. Y así llevo todo el día: colgada de un pinchacito en la aurícula derecha. Completamente enganchada. Para seguir con el juego, también me he despertado de los secretos (y adivina cuál era el que estaba primero en la lista). Lanzaba los dados y la suerte dictaba si debía encontrarme entre su sonrisa o sus ojos. Pupila-sonrisa, sonrisa-pupila. Éramos el ratón y el gato, pero esta vez con la diferencia de que nunca antes me había gustado tanto ser perseguida. Me tendía emboscadas en cada rincón y entre tanto y tanto de nuevo esa discreta punzada. Por fin un atisbo de humanidad, a veces hasta se echa de menos. Mis pulmones buscaban todo el aire posible para extender esa sensación y yo me quedaba inmóvil para poder distinguir entre cada dulce y amargo, con los ojos cerrados, como si volviera a estar dormida.
Mientras, el mundo creo que seguía de arriba abajo, pero la verdad es que no estoy segura.

No hay comentarios: